.comment-link {margin-left:.6em;}
Nombre: Adolfo Braüchi Mesina
Ubicación: Viña del Mar, 5ª Región, Chile

Profesional Universitario, Dirigente Sindical, Presidente del SIIE de Telefónica CTC Chile.

jueves, abril 19, 2007

Sin comentarios..........


SUBVERSIÓN SILENCIOSA

“Donde hay una inmoralidad es en fijar sueldos que no permiten el desarrollo digno de una familia”, sostiene el Vicario Tupper.
“No me cabe duda de que el salario mínimo es bajo en Chile.
Imposible que una familia pueda vivir con 108.000 pesos mensuales.
¡Ninguna empresa debería pagar ese salario!”.

Por su parte monseñor Goic, presidente de la Conferencia Episcopal, afirma:
“Estamos ante un pecado social enorme. ¿Qué haremos todos para mejorar los salarios, la educación, la vivienda, la salud de los más desposeídos de Chile?”.
Según él esto tiene que ver con un cambio interior.
“Hemos perdido el valor de la sencillez y la austeridad. Un estilo de vida que dignifique a las personas”.

El historiador Portales ratifica: “Este modelo requiere que la gente no se cuestione. Entonces en vez de debatir el tema del cobre, la distribución del ingreso, la precariedad laboral, adormecen a la gente con chismes, farándula, cosas light, como si fuesen los temas importantes” y, finaliza, “actualmente a la elite chilena no le interesa hacer cambios”.

¿Hay alguna duda de que estamos en una sociedad moralmente enferma?

El Papa León XIII, en la Encíclica Rerum Novarum a fines del siglo 19 afirmaba:
“Hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre la multitud inmensa de proletarios un yugo que difiere poco al de los esclavos”.

Lo dijo el Papa Juan Pablo II, “¡los pobres no pueden esperar!”.

Hoy la Iglesia habla de la “escandalosa desigualdad” y pide que “acortemos de verdad la brecha entre los ingresos más altos y los más bajos”.
Lo señalan profesionales, científicos, empresarios.
Lo ha dicho la izquierda, el centro, la derecha.
Mientras el Chile de arriba, rodeado de muros, cercos eléctricos y cámaras de seguridad vive alienado por el exceso de bienes, también hay un Chile de mujeres y niños que piden en la calle, de otros que limpian vidrios, hacen “malabarismos”, o cartonean.
Y de madrugada, ancianos y mendigos hurguetean en la basura en busca de comida.
Una cifra considerable de chilenos asalta, mata o delinque.

“No es raro que los pobres busquen los mismos goces que hacen la felicidad de los ricos”, clamaba San Alberto Hurtado y advertía:
“¡Subversivo es el que hace la revolución, más subversivo aún es el que la provoca!”


REVISTA MENSAJE
ENERO – FEBRERO 2007